Hay un resto ancestral en mis manos que incendia el delicado mecanismo de los siglos, y las hace circundar inspeccionando la cocina, en busca de las costras que secuestran la limpieza. Sordas buscan una fibra y enjabonadas lijan la interminable mugre que se vuelve la comida.
Desnutro los otros hijos que alberga mi casa, y todo se lo doy a la basura. Líquidos y maravillas derramo que desnuda los heridos quemadores de la estufa. A veces tras los huecos de azulejo quedan migas y gruesas gotas de grasa que no puedo terminar, van poseyendo poco a poco las junturas y fosilizan espíritus de ácaros y microbios.
No es de admirarse que si mi cocina no está limpia no puedo continuar el día, y así sea imprescindible que me marche, una fuerza mítica en las muñecas flexiona mi voluntad y hace de mis manos zopilotes arrebatando desperdicio a las hormigas.
En ocasiones deseo romper el rito donde mis manos se vuelven mandato de antaño y continúan el trayecto que siguió mi madre, mi abuela y todas las mujeres tras de ellas, a la vida absurda de comenzar un extremo y unirlo al mismo punto, para
2 comentarios:
o que grandilocuente observacion haces del laboratorio, una posicion critica y poetica.
yo pienso que esta genial este poema, me faltaba decirlo que esta muy padre, creo que es un muy buen poema sobre la condición de género aunque creo q la parte final de las madres y la abuela no hace falta decirlo porque con solo mencionar antes lo de siglos, ancestral se entien, la parte donde usas un lenguaje refinado de los àcaros y microbios la verdad uooohhhhhhhh la verdad hace rato que no me movia un poema, eso dicen de los buenos poemas, no es necesario leer muchos con uno q te diga algo es suficiente genial, lo llevaré al taller amenos qu opines lo contrario
MeMo
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