miércoles, 7 de abril de 2010

Moralidad

Recuerdas la esfera de mercurio, cómo la jalabas de tu cuello. La compraron en Teotihuacán un verano que pensaban ir a Estados Unidos, pero con la devaluación decidieron ir al centro del país. No te importó no ir a Disneylandia, prometieron llevarte a conocer a Keiko.

A pesar de pedirte que no metieras la esfera a tu boca, la chupabas todo el tiempo, emocionada con saber que tenías una capsula de veneno sobre la lengua. De alguna forma no les preocupaba, sabían que no te atreverías a morderla, entendías que en asuntos de vida y muerte era probable que ellos tuvieran razón. Ellos eran jóvenes y frágiles, lo sabías, no se podía ser joven y frágil también, los cuidabas no cayendo de la pirámide, no mordiendo la esfera con el mercurio.

Conservaste la esfera años, aún después de que el cordón se rimpió y perdiste la afición por saborearla. una tarde la esfera resbaló por el tocador y cayó detrás derramando el mercurio en el piso. Sabías que no había que tocarlo y tomaste una hoja de papel, acercaste el líquido y se volvió una bella ampolla plateada, escurridiza. Tu hermano gritó a ellos avísandoles, rápidamente y sin dudarlo acariciaste tu primera opción letal que se iba del alhajero.


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